Después de una semana dura, surrealista, de esas que preferirías que nunca hubieran existido, anoche puse el broche de oro al límite de lo racional.
Asistí a regañadientes a una fiesta que daba mi empresa, de esas fiestas incómodas con gente que no quieres ver, comida que pinta mejor que sabe y bebida tóxica cuyo único fin es sincerar a la gente y tener algo de lo que cotillear al día siguiente. Yo no estaba para fiestas. Estoy agotada física, mental y emocionalmente. Pero fui a hacer acto de presencia un rato. Allí estaba, como no, uno de mi exs, por llamarlo de alguna manera porque nuestra historia nunca llegó a comenzar siquiera.
La cosa se remonta dos años atrás. Nos conocimos en el trabajo, claro está, y en seguida congeniamos. Yo estaba de visita en su ciudad y él se mostró amable conmigo desde el principio llevándome a comer por ahí, haciendo turismo… Me sentía tan agusto con él que ni me di cuenta de que aquello eran citas en realidad y de que aquel chico sentía algo más que «amistad» por mí. Hasta que una noche me besó. Sabéis lo dura que soy con mis críticas y que si un beso no me gusta la historia is over. Pues el pobre chico no besaba nada bien. Es más, la cosa se desmadró un poco porque empezó a decir burradas como que nunca había estado tan enamorado de alguien como de mí… Yo no daba crédito a lo que escuchaba. ¡Apenas nos conocíamos dos semanas! En aquellos momentos yo no estaba por la labor de lanzarme a los brazos de nadie así que le rechacé amablemente. A pesar de la decepción, el chico supo aceptarlo y pronto volvimos a llevarnos igual de bien que al principio…
Hasta hace diez meses más o menos, en que nos volvimos a encontrar porque el trabajo nos volvió a cruzar. Desde el primer instante supe que algo había cambiado. Le noté muy frío y distante conmigo. Si bien yo le había rechazado en el pasado, habíamos continuado hablando y escribiéndonos durante meses y nunca me había tratado diferente. ¿Acaso no se alegraba de verme? ¿Y por qué me dolía tanto que me ignorase? ¿Quizás sí sentía algo por él? Quizás nunca debí haberle rechazado y perdí mi oportunidad… Un día me armé de valor y le invité a salir para hablar. Le iba a acorralar cual cochinillo en el matadero y preguntarle directamente qué problema tenía conmigo. Pero él tenía planes y logró escabullirse. «La próxima vez». Y nunca hubo una próxima vez. Al cabo de unas semanas me enteré de que estaba saliendo con una chica y se iban de viaje a casa de los padres de ella (la cosa iba en serio). Realmente perdí aquel tren…
Una noche volviendo a casa con una copa de más después de una fiesta, vi una foto publicada en una red social donde anunciaba que estaba prometido. «Se casa.» Me quedé de piedra, horrorizada. Quizás fue el alcohol. Ya no hay vuelta a atrás. Y en fin, yo le rechacé para empezar. Quizás aun intentándolo la cosa nunca hubiera funcionado. No me gustaba cómo besaba y eso no tiene remedio, ¿verdad? Plantearse ninguna de estas cuestiones era irremediable y a la vez innecesario. Se va a casar, punto y pelota.
Como trabajamos en una empresa de cotillas, hace poco pude enterarme de todos los detalles de su relación. Al parecer estuvo rondándole a otra chica de la oficina que le dio calabazas, y al cabo de unas semanas, voilà! Estaba con esta chica que había conocido a través de un cliente suyo. Tres meses y conoce a los padres de ella. Seis meses después se prometen. Ella tiene 34 y él 36 (si no me equivoco). A mis ojos se trata de un matrimonio desesperado. A ella se le pasa el arroz (y para qué engañaros no es una belleza la pobre) y él… no sé, ¿perdió toda esperanza? Ahora que conozco todos los detalles de la historia, ¿podría hacer algo? Se va a casar precipitadamente con una mujer a la no parecer amar. Ya pero ¿y a mí qué? Yo me siento atraída por él, sí, pero de ahí a que merezca la pena romper su compromiso hay un océano. No, no y no.
El caso es que anoche, tras meses sin hablarnos, nos encontramos en esta incómoda fiesta. En un momento me vi a mí misma alabando el vestido de novia de su prometida (¿desde cuándo el novio lleva una foto del vestido de su prometida? Esa boda está destinada al fracaso por sí sola). Yo quería salir corriendo de aquella situación. Si esto no es ser masoquista no sé qué será. Por un momento, mantuvimos una conversación con los ojos. Sus ojos parecían pedirme perdón y querer decirme algo (¿que aún siente algo por mí?). Los míos intentaban decirle que me había hecho mucho daño ignorándome estos meses pero que ahora mi vida es simplemente perfecta y estoy bien, no hay rencores y le deseo lo mejor.
Y aquí viene lo mejor. Anoche tuve un sueño de lo más tórrido que recuerdo con él. Tan real que esta mañana me he levantado totalmente ruborizada y enamorada, cual mujer que se despierta al lado de su amado tras una noche de pasión ardiente. Todo el sueño era tan real y detallado. Imagino que mejor de lo que hubiera sido en la realidad. Los besos, las caricias, la complicidad, el sentimiento recíproco… [Suspiro]
Creo que esta ha sido la manera que mi inconsciente ha elegido para despedir a esta persona de mi vida y cerrar otro capítulo en mi gran libro de las decepciones. Otra «historia de lo que pudo ser y nunca será». Una despedida por todo lo alto, con pasión y deseo desgarradores. Lo curioso de todo es que no creo profesar ninguno de estos sentimientos hacia él, al menos no de manera consciente.
Y así, me guardo para mí esta aventura carnal (ficticia para él, real para mi inconsciente) a la par que cierro esta caja. Hasta siempre compañero. Te deseo mucha suerte, de verdad.
Dedico esta entrada a nuestra querida Carrie, que ahora más que nunca necesita creer que los sueños y el inconsciente pueden ayudarnos a crear cualquier realidad paralela que necesitemos cuando el mundo real nos sobrepasa. Te quiero.
Últimos comentarios